viernes, 22 de febrero de 2019

Viernes, 22 de febrero de 2019

El mameluco, con boca de lameculos, ha demostrado con creces su desmedida ambición académica. Por eso ni reparamos en su desagradable figura, en lo lametones que le hemos visto dar a cierta e importante figura de El País. Los hay que nacen para servir y trepar, y ya está. 
Todo esto viene a cuento por esta mañana en la que di con un texto del pobretón. Que se la tiene jurada a Anna Caballè es cosa bien sabida, una vez más por luchas departamentales. Así tilda su estudio Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español (2015) —a mí no me gusta el título— de «insuficiente, con llamativas omisiones y, a menudo, desequilibrada». ¡Hablando de desequilibro el lameculos, que ya tiene la boca torcida!
Que la haya tomado conmigo es para llevar la ropa a la tintorería. Ya Ana María Moix me avisó que en Babelia habían parado un ataque del mameluco, pero en Cuadernos Hispanoamericanos se alivia viendo en mis diarios, sin citarlos: «sobreactuación de estilo y victimismo». Si tú lo dices, querido. 
Se habrá quedado descansado. Es como aquel otro que, por tierras extremeñas, leía el diario de Léautaud con los pies sobre el salpicadero del coche que conducía su mujer. De buenas a primeras, escribió en Quimera y luego repitió en su blog una arremetida contra Manuel del Pino y unas bromillas contra mí, que más no puede.
Sobre estas patufladas ya se pronunciaron muchos, entre ellos Sabato: "Dada la condición del hombre, el artista tiene infinitos motivos de sufrimiento: a veces porque no lo comprenden o porque desata la furia de los mediocres y resentidos. En cualquier caso, su dolor es muy grande, porque sólo una piel gruesa podría defenderlo adecuadamente, y lo característico del un artista es la extremada finura de su piel. Y en parte por eso, en parte porque vive adquiriendo la mentalidad del perseguido, termina por volverse susceptible en grado enfermizo: genes irritable vatum."
Alguien, no recuerdo quién, dijo algo así como que ahora tenía menos accesos de melancolía porque también tenía menos neuronas. Será lo que me pasa, que mamelucos y otros que oyen luz me las traen al pairo.